José Martí es el Apóstol de la República de Cuba. Después de innumerables intentos patrióticos por independizar la isla de Cuba del Imperio Español, Martí organizó la guerra que lograría lo imposible. Menos de 30 hombres - pobres ya, con carabinas de un sólo tiro, unos revólveres y muchos machetes - vencieron un ejército profesional de más de un cuarto de millón de soldados. Tal ejército disponía de las armas más modernas y potentes del momento, al igual que una gran reserva de hombres. Pero la guerra costó sangre, mucha sangre, incluyendo la vida del Apóstol.Por eso se le tiene en un pedestal donde quiera que haya un cubano. Pero no es eso lo que vamos a tratar aquí. Es Martí el autor a quien exponemos. No en todo su esplendor, ni tampoco profundizamos mucho en su filosofía. Tal vez, con el tiempo, algún día logremos llegar a entender su reino ideológico.En la prosa, la forma de Martí se destaca por la claridad y musicalidad de su narración. Adoptó el criterio de que cada palabra tiene que justificar su uso en la oración. Desde muy joven demostró ser un verdadero maestro de la descripción. En la poesía, la musicalidad es asombrosa. Tanto así que sus versos se le incorporan a la canción La Guantanamera sin tener que hacerle ningún arreglo.
Tocando brevemente su filosofía, Martí nos instruye en tres temas fundamentales. Primero, y a corto plazo, la libertad de su patria. Interés por el que ofreció su vida. El segundo, la fraternidad de los pueblos hispanoamericanos es esencial para su subsistencia económica y cultural. Y el tercero y más profundo, el mejoramiento de los seres humanos en nuestra civilización no debe ser contemplado como una posibilidad sino como una realidad y por tanto debemos acentuarlo. Como parte de este último nos demuestra su inquietud creando La Edad de Oro, un patrón ejemplar en la enseñanza propia de los niños y “las niñas, por supuesto”.Fue admirado por los más grandes escritores de su tiempo. Manuel Gutiérrez Najera lo idolatraba y para colmo, Rubén Darío lo declaró su padre. Martí, orgulloso, le correspondió aclamándolo como hijo. Y con razón todos le respetaban y adoraban, Martí abrió el camino que ellos después tomarían. Liberó la literatura de la pedantería en la que el Romanticismo se había desarrollado.Debemos hacer relucir un detalle que muchos no han sabido interpretar. Martí no luchaba ni contra España ni contra el Romanticismo. Sus enemigos eran los abusos y excesos de ambos. La injusticia personificaba en el Imperio Español y la incapacidad literaria de los románticos del momento causó que el Apóstol pusiera en marcha las revoluciones que le aplicaron el punto final a los dos.
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